Relato: La WiFi fantasma

13

Otra tarde de domingo en la que aparece por la portada de FAQsAndroid un nuevo relato sobre móviles. Y hoy nos adentramos en el misterio (tiembla Iker Jiménez) para publicar una historia contada en primera persona, siendo una experiencia ficticia inspirada en algunos hechos reales. Como la mejor ficción, nuestro relato de hoy mantiene cierta inspiración en la realidad, tratando con ello de hacerse más cercano y más entretenido. Que no más creíble, como podréis descubrir si leéis palabra por palabra hasta el final del texto. ¡Esperamos que os divirtáis leyendo!

La WiFi fantasma

Relato: La WiFi fantasma

Nunca he sido muy amante de las escapadas rurales ni de hacer vacaciones en lugares de mala muerte (que nadie se ofenda, que no tengo ningún interés en ganarme enemigos en esos puebluchos llenos hasta arriba de paletos), pero ya sabéis lo que hace la crisis: consigue que te acabes tragando tus opiniones a costa de poder disfrutar con los acontecimientos que se salen de la rutina; siempre y cuando sean planes que resulten económicos, claro. ¿Quería yo ir a aquel pueblo metido en medio del monte y con menos actividad que el cerebro de un pastor de ovejas? Por supuesto que no. ¿Estaba dispuesto a doblegarme ante las intenciones de mi novia de pasar unas semanas de vacaciones en la casa familiar? Pues… Me gustaría deciros que no, pero entonces no tendría el relato misterioso que estoy a punto de contaros. Ni novia, tampoco tendría novia. Y ya os he comentado lo que hace la crisis… ¿Iba yo a renunciar a unas semanas a gastos pagados fuera de la cuidad? Si os hacéis la misma pregunta, obtendréis la respuesta que le di a mi novia cuando me lo comentó.

Hagamos un resumen rápido de cómo es el pueblo de mis suegr… de los padres de mi novia. ¿Habéis estado alguna vez en uno de esos pueblos en los que te sientes observado antes incluso de abandonar la casa? ¿En esos que son tan pequeños que sales a dar una vuelta a la manzana y has rodeado a todo el pueblo? ¿Habéis vivido en un lugar donde lo más divertido que hay por hacer es ir a pillar ranas de una charca? Pues ya os podéis imaginar dónde estuve yo por espacio de dos semanas y media: rodeado de familia que no era la mía. Y menuda cantidad de familia: como en todos los pueblos pequeños, los habitantes compartían vínculos sanguíneos. Ya se sabe: antes no había tele, los días eran muy largos y los únicos vecinos a los que pedirles la sal eran primos.

Creo que ya os he puesto en situación de cómo fue el ambiente donde estuve durante esas dos semanas y media de agosto. Pero no os he contado lo que más sufrí de todas las incomodidades: la desconexión. En medio del monte no hay internet; y como sólo los habitantes que permanecían en el pueblo tenían teléfono, los padres de mi novia ni siquiera se habían planteado esa manera casi universal de acceder a la red de redes. Total, que para llamar a alguien o enviar un WhatsApp tenía que conducir durante media hora a través de una carretera con más curvas que Marilyn Monroe. ¿Resultado? Que estuve durante una semana sin poder comunicarme con nadie. ¡Ni siquiera fui capaz de actualizar mi Facebook con las únicas fotos buenas que conseguí hacer del pueblo! Y digo una semana porque, tras siete días de dar vueltas, de subirme a lo alto del campanario, de escalar arriba del monte estirando el brazo en lo alto mientras sujetaba el teléfono… acabé encontrando una WiFi que me dio la vida. Aunque la alegría no duró todas las vacaciones porque… ¡esa WiFi era fantasma!

Sé que ahora os estaréis riendo de mí por terminar contagiado de la estupidez pueblerina, pero no: hablo completamente en serio y desde el raciocinio que nunca he perdido. Aunque no os lo creáis, la WiFi a la que me conecté el sábado nueve de agosto a las once y cuarenta y seis minutos de la noche era la manifestación de una chica a la que mataron hace bastantes años. Bueno, matar no es exactamente la palabra. Por lo que me contó mi novia, en el pueblo son aficionados a asustar a los paseantes de noche, teniendo tan mala suerte una de las chicas que, del susto que le dieron al adentrarse en la oscuridad de un callejón, le dio tal ataque que se quedó en el sitio. Y claro: según la leyenda pueblerina posterior, el espíritu de la difunta se vengaba de todos los que pasaban de noche por allí tratando de darles idéntico susto de muerte; por lo que nadie tenía el valor de acercarse cuando se ponía el sol. Nadie menos yo que, como no me creía esas pamplinas, solía recorrer la calle con la sensación de sentirme más valiente y poderoso que el resto del pueblo. Móvil en mano y con la linterna activada, por si acaso. Y justo en la noche que os he remarcado, a la hora detallada, la notificación de WiFi libre saltó a la barra justo cuando me sumergía en la oscuridad del callejón, siendo incapaz de contener la irrefrenable curiosidad de conectarme a ver si tenía la suerte de disponer de acceso a internet. A pesar de que el nombre de la red era demasiado extraño: «Celia_Martinez». Pero, al fin y al cabo… ¿No hay personas que le ponen su nombre a la WiFi?

No sé si lo estaréis imaginando, pero ya os lo aclaro yo: la WiFi fantasma tenía acceso a internet. Sin saber en ese momento que era fantasma, y más alegre que un político hablando de sí mismo, me conecté a todas las redes sociales que tenía pendientes y leí cada una de las notificaciones aprovechando, incluso, para descargar algún vídeo de YouTube. Vamos, que estuve entretenido durante un buen rato, llegando algo tarde a la casa de mis suegr… de los padres de mi novia. Y justo cuando ella se acababa de ir a dormir, por lo que no pude contarle nada acerca de mi hallazgo (sus padres nos obligaban a dormir en habitaciones separadas). Por lo que me dijo el padre, se había ido a la cama corriendo y con el aspecto de haber llegado agotada desde “vete a saber dónde” (palabras textuales). Algo que se repitió cada noche: no se atrevía a venir conmigo hasta el callejón, pero sí que se iba a otra parte sin mí. Aunque tampoco voy a reprochárselo: como habitante del pueblo que es, el miedo por lo sobrenatural le viene en herencia.

A ver, retomemos la historia, que me estoy yendo por las ramas. A la mañana siguiente de haber encontrado la WiFi fantasma, le conté a mi novia el descubrimiento junto con el sitio donde había aparecido. Ella en un principio se rió, aunque en seguida adoptó un gesto de asombro seguido por una mueca de pánico (algo exagerada, se ve que se cagaba de miedo). Una vez pudo recuperarse del susto, pasó a contarme que la tal Celia Martínez, el nombre que reflejaba la WiFi fantasma, era la chica que había muerto del susto, estando segura de que se había manifestado en forma de red inalámbrica para matarme también de otro susto. Especuló que, como yo no era un habitante del pueblo, seguramente seguiría una táctica diferente de la habitual dado que no le tenía ningún miedo ni al callejón oscuro ni a que me asustara el fantasma de un alma vengativa. Y me recomendó que no volviera ni a salir de noche ni a acercarme al sitio; un aviso que, como ella y yo sabíamos, resultaría en vano. Incluso remarcó mi valentía y mi masculinidad al enfrentarme solo a los peligros desconocidos, confesándome que se sentía muy orgullosa de mí. No, no creáis que hubo juerga después de tanto halago: su madre nos llamó a desayunar. Y pobres de nosotros si no acudíamos al segundo: si os digo que el padre guardaba una escopeta en el garaje…

Ya os he comentado que no me iba a quedar en casa sabiendo que había una WiFi con internet cerca, así que mis paseos hasta el callejón se hicieron frecuentes. Primero probé de día yendo hasta allí con mi novia, pero la red no apareció. Probé de nuevo por la noche (sin mi novia, claro), y entonces sí que la encontré; ocurriendo lo mismo siempre que me acercaba después de haber cenado, no antes (algo que ocurría invariablemente a las diez de la noche). ¿Y seguía teniendo internet? Siempre. Aunque pronto ocurrieron hechos extraños.

Primero empezaron a saltar mensajes de WhatsApp de un número desconocido. Sin que yo le hubiese dado mi teléfono a nadie, de pronto me encontré en una conversación totalmente inverosímil. Hablando en tono femenino y con una foto de perfil que no conocía de nada, la tal Celia (ya os lo imagináis, la muerta) me saludaba “desde el más allá” (de nuevo palabras textuales) deseándome unas felices vacaciones, dirigiéndose a mí con mi nombre y sabiendo detalles que no debería conocer más que mi novia (ella me juró que no se lo había dicho a nadie, por lo que yo la creo). Me contaba cómo era su vida hacía quince años, cómo acostumbraban en el pueblo a asustar a aquellos que salían de noche de casa, me relató con pelos y señales el momento de su muerte y cómo recordaba la presión en el pecho con el corazón a punto de salirle por la boca… Y también me instó a vengarla. Sí, tal cual lo escucháis: me dijo que debía ser sus manos en la tierra ya que nadie se aventuraba a pasar por allí; resultándole imposible satisfacer su sed incorpórea de venganza.

Después no se conformó con los mensajes de WhatsApp. Como yo le dije que no iba a vengarme de nada, y me encargué de remarcárselo en cada una de las noches que acudí en busca de la WiFi fantasma, pasó a mostrar su lado más duro. Todo lo duro que puede ser un alma en pena, claro. Ruidos de pasos arrastrándose, aullidos, voces susurrantes llamándome por mi nombre… Incluso encendía la luz de la única ventana que había en el callejón, arrojando una claridad tenue y amarillenta al quedar filtrada la bombilla por una especie de tela raída por el tiempo que parecía hacer de cortina. No os voy a decir que no me asustaba, porque lo cierto es que sí que me acojoné en más de una ocasión. Pero siempre volvía por allí después de cenar: que una WiFi con internet en medio de un pueblo sin una puñetera línea de cobertura es más valiosa que encontrarse con un amigo cuando has ido al bar sin llevar la cartera.

Los hechos extraños se sucedieron durante todas las noches; hasta que en una el alma de Celia consiguió que ya no volviera por allí. Poco importó que la abstinencia por no poder conectarme a internet se hiciera tan grande como la abstinencia carnal: al decirme por WhatsApp que debía matar a mi novia, supe que el asunto había llegado demasiado lejos. Así, con esas palabras: “Tienes que matarla. Y después a sus padres: ellos fueron los que me mataron a mí”. Y no creáis que no entendí a la chica: que mis suegr… los padres de mi novia acojonaban casi tanto como dos trolls de El Señor de los Anillos. Pero no tenía nada en contra de ellos (y mucho menos en contra de mi novia), por lo que ni siquiera extorsionándome logró que yo cumpliera sus deseos; fue recibir aquella foto de mi novia desnuda, una que se hizo con su móvil y que ni siquiera compartió conmigo, y entender que por mucho internet que tuviera, por muchas fotos que pudiera subir al muro… la WiFi fantasma era un auténtico peligro. Además de que me metió tal miedo en el cuerpo que hay veces que hasta sueño con la tal Celia.

Total, que al final ha resultado ser un verano movidito. He de decir que, vistas en perspectiva, las dos semanas y media en el pueblo fueron más agradables de lo que me parecieron en un principio, pudiendo afirmar que, incluso, disfruté con la compañía de mis suegros. Y con muchos otros habitantes del pueblo; sobre todo con unos tíos que vivían, justamente, en la casa de la que formaba parte uno de los muros del callejón. Con la famosa habitación con ventana que vi encendida en una de tantas noches de conexión a la WiFi fantasma… ¿Y sabéis qué? Una coincidencia misteriosa: aquellos tíos tenían teléfono. Incluso internet por ADSL. Con lo fácil que hubiera sido pedirles que me dejaran navegar desde el teléfono con sólo activar su WiFi….

13 comentarios

  1. Curioso relato, mas que el encuentro con «el mas halla» si se lo puede llamar así, es la demostración de un ser humano obstinado con la tecnología, ¿Será que nuestra necesidad de comunicación puede hacer que ignoremos nuestro miedos a tal punto que vuelvan a ser lo que inicialmente son? «Una reacción de nuestro cerebro hacia lo que no entendemos» en cierta forma me asusta que la tecnología pueda causar algo así, sin olvida el hecho que también asusta que una alma en pena pueda hacer eso jaja; muy interesante relato.

  2. Menudo articulo, ridículo, insultante a la gente que vive en pueblos, estúpido. Menos cuentos y mas móviles vuestras mierdas no interesan

    • Primero, creo que no has leído bien. Segundo: como en todos los relatos, se describe a un personaje (con el que tampoco estoy de acuerdo). Tercero: me encantan los pueblos; vivo en uno y paso las vacaciones en otro (del que tomé inspiración). Y cuarto: comentarios mierdas como el tuyo tampoco nos interesan. Pero ni los borramos ni, mucho menos, tampoco descalificamos a quienes nos los hacen.

  3. Te creerás muy gracioso, pero tu relato rezuma un despreciable odio de clase.

    Pareces tener algún trauma con la gente de los pueblos.

    No sé qué edad tienes, pero me da que tu edad mental debe andar por los 12 años.

    Para tu información, el mayor poeta español de todos los tiempos fue un pastor de cabras que no pudo estudiar porque era pobre y de pueblo. Se llamaba Miguel Hernández, y por cierto murió en la cárcel por eso, por escribir.

    NI PUTA GRACIA, hasta faltas de ortografía tienes, tú que criticas a los que llamas paletos podrías empezar por aprender a escribir sin faltas.

    Y si no sabes aceptar una crítica, ni reconocer un error, no te dediques a escribir y menos lo publiques.

    • Antes de comentar lee y digiere lo que has leído. Luego criticas. Y si no te gusta, criticas al personaje. Porque supongo que entenderás la diferencia entre el escritor y lo que escribe.

  4. Te repito que si no sabes aceptar una crítica no escribas y menos expongas tus escritos de «picateclas» al público.

    Tu respuesta a mi crítica (y no soy el primero que te lo dice) es la típica del que se hace gracia a sí mismo y se cree que escribe maravillosamente bien.

    Como dije antes, tu ausencia de humildad denota inmadurez.

    La excusa de «no hablo yo, es un personaje» no cuela.

    Yo veo «Dexter» y no pienso que los guionistas son asesinos en serie, pero si en la serie se hiciera por ejemplo un discurso contra los gays o contra los negros, sí pensaría que ese guionista es racista u homófobo.

    Tu «personaje» (que has escrito tú, ¿o tampoco?) se explaya en insultos hacia los habitantes de los pueblos con adjetivos como paletos, puebluchos «con menos actividad que el cerebro de un pastor de ovejas» (el pastor Miguel Hernández tenía muchísima más actividad cerebral que tú)…

    Es como si yo dijera (que lo digo) que los nazis eran unos cabrones asesinos, pero que lo digo sin ánimo de ofender. En mi pueblo (yo soy de pueblo) eso se llama tirar la piedra y esconder la mano, o sea, esconderse detrás de un personaje para decir lo que no te atreves a decir personalmente, o sea, ser cobarde.

    Mi consejo: dedícate a hacer reseñas sobre Android y deja la literatura para cuando aprendas a escribir sin faltas y a distinguir entre la ironía y el insulto.

    Como favor hacia ti, voy a leer las entradas sobre Android (para eso entraba antes) pero no voy a leer ningún otro de los «relatos» que tienes. Prefiero leer los versos de cierto pastor de cabras.

    • Respecto a que no sé aceptar las críticas… No sólo sé, también me encantan. Siempre que reflejen los errores de lo escrito y no me ataquen directamente a mí, a cualquiera del equipo o a los que han comentado previamente. Porque entonces, como comprenderás, me defenderé. Y si para defender tu argumento tienes que menospreciar lo que hago, pues allá tú: yo ya hace tiempo que salí del colegio.
      Como ya he dicho anteriormente, vivo en un pueblo, tengo familia en el pueblo, veraneo en un pueblo y no tengo nada en contra de las personas que han de sobrevivir en un pueblo (sobre todo ahora, que apenas queda gente que quiera pasar allí la vida). Si el personaje se expresa así es porque es así. Y no me compares la trama de una serie con la de una historia corta, porque yo supongo que aparte de descargar capítulos por internet también habrás leído. ¿Que el personaje es un gilipollas? Por supuesto, está hecho así: es una necesidad de la historia para que de esta manera quede reflejado que no sólo es él el único idiota, sino que encima se burlan en su cara sin que se dé cuenta. ¿Que expresa de primera mano mis opiniones? Si sigues creyendo que ése es el caso, quizá quien deba madurar eres tú.
      No me gusta atacar a nadie ni despreciarlo, y seguramente las palabras que haya elegido para el personaje no sean las más adecuadas. Pero de ahí a atacarme directamente por algo que es ficción van muchos pasos. Ni escribo literatura ni soy escritor ni tendré la calidad suficiente como para acercarme a considerarme así. Aunque no lo creas (tampoco me voy a molestar en demostrarlo), a humildad y modestia no me gana nadie.

  5. Y para que te quede bien claro: tus reseñas sobre Android y sobre gadgets me gustan bastante y las suelo leer, me gusta tu sitio porque me gusta estar informado sobre Android y pienso seguir entrando a leerlas y comentarlas si me apetece y no me «baneas».

    Pero para aprender a escribir y a transmitir luego algo con esos escritos hace falta primero aprender a escribir y luego vivir mucho y conocer aquello sobre lo que se escribe. Piensa en Cervantes, Miller, Conrad, Melville, Stevenson, Cortázar, García Márquez, Vargas Llosa, Reverte… que no escriben sobre el pueblo al que se van de veraneo.

    A ti ni siquiera te hace falta viajar, tienes el mundo a golpe de dedo o de tecla, tienes decenas de herramientas para escribir sin errores… Aprovecha esas ventajas que no tuvieron los grandes escritores que he citado.

    • Para aprender a comentar hace falta leer todo sobre lo que comentas: hay bastantes más temáticas en esta sección.

  6. Te aconsejo que no te enroques en tu postura, que reflexiones, que aceptes mejor las críticas aunque no te gusten y que revises tu texto, porque no he sido el único al que ha molestado tu escrito y sobre todo porque eso te ayudará a escribir mejor.

    Deberías hacerte esta pregunta:
    si intento comunicar algo y la gente no entiende qué es lo que intento comunicar, ¿estaré haciendo algo mal quizá?

    La intención al escribir es ésa, comunicar. Y si no llega al lector lo que (tú dices que) quieres transmitir, y eso te lo dicen varios lectores, algo está fallando… No puedes reaccionar insultando a los lectores.

    ¿Te imaginas a un Vargas Llosa diciendo «si los lectores no me entienden me importa muy poco o son imbéciles»? Suelen decir más bien lo contrario.

    ¿Has viajado? Si intentas hablar con un paisano del lugar en su idioma, y esa persona no te entiende, ¿la insultas o intentas hablar mejor su idioma?

    Pues eso.

    Vamos a dejarlo porque no es mi intención trolearte, menos en un sitio que visito porque me gusta.

    Leeré sólo tus reseñas sobre Android, que es por lo que entro aquí, y listo.

    Y te juro que no iré a por ti en esas reseñas sólo porque no me guste un cuento tuyo, no te preocupes.

    Un saludo.

    • Te vuelvo a decir lo mismo: en el momento en el que se critique el texto y no a mí por el hecho de lo que se dice yo no tengo problemas. Si en los comentarios se va a edificar un linchamiento sólo porque no se esté de acuerdo con unas frases de la historia, comprenderás que a mí me moleste. ¿Que no te gusta cómo se expresa el personaje? Perfecto: a mí tampoco me gusta. ¿Que debería haber cambiado sus chistes para que no ofendieran? Pues mira, no: pienso que es importante para la historia y para la posición del lector en contra del protagonista.
      Si vuelves constantemente a repetir las críticas sin ni siquiera haber leído el texto al completo y el resto de las historias que se han ido publicando, quizá la que se enroque eres tú. El relato, como cualquiera de ficción, no refleja ni la opinión de quien lo escribe ni la posición del medio en el que se ve publicado. Ocurre con todas las historias y personajes inventados, sin que ésta sea una excepción.
      No tienes por qué adornar tu argumento: haz una crítica a la historia en lugar de a las frases que no te han gustado. ¿O acaso has escrito a los autores de las obras que has leído para que modifiquen las frases discordantes con tu criterio? También es un rasgo que te aportan los viajes: aceptar que no todo lo que se ve tiene una relación directa con lo que quiere transmitir.

  7. Iba a dejarlo, pero como te empeñas en repetir una mentira, sigo.

    ¿CÓMO SABES QUE NO HE LEÍDO EL TEXTO COMPLETO?
    ¿Qué tengo que hacer para demostrártelo, mandarte un audio con mi voz leyéndolo?
    ¿Crees que sería tan tonto como para escribir varias veces sobre un texto sin haberlo leído y entendido? ¿Crees que hay que ser físico nuclear, «teleco» o filólogo para entenderlo?
    ¿Que no me haga gracia tu texto quiere decir que no lo entiendo?

    Pareces aquél que cuenta el horrible chiste de la vaca y si nadie se ríe encima se enfada.

    Que no me haga gracia no significa que no lo haya leído ni comprendido.
    Si mis comentarios son más largos que tu texto…

    A lo mejor es que puedo leer y disfrutar a Ezra Pound, Joyce o Eliot en su idioma pero no entender tu complejo texto, será eso.

    Enrocarse es insistir en lo mismo (que no lo he leído, lo que encima es mentira) en vez de aceptar humildemente la opinión no de un lector, de varios lectores.

    ¿Quieres una crítica a la historia?
    Para dejar claro cómo es el personaje (un imbécil arrogante que según tú no te representa) no hace falta repetir constantemente los insultos hacia los habitantes del lugar. Eso es más típico de una «sitcom» gringa, donde hay que recordar todo el rato al público que las sigue (público gringo, cuyo cociente intelectual y memoria son tan bajos como los de un pez) cómo es el personaje.

    Lo que cuentas lo podrías haber contado con menos palabras, te aconsejo que revises a Borges, Cortázar, por no decir Monterroso. Y que revises no una, sino mil veces tus textos, incluso que se los des a otros para que los revisen, antes de exponerlos.

    Y como ya te dije, hay faltas de ortografía (ya ni me molesto en señalarlas, me hace más gracia imaginar tu cara si algún día las descubres o te las señala otro).

    ¿Que si he escrito a algún autor para criticarlo? Hace unos meses, le comenté en su muro de Facebook a uno famoso que tenía faltas de ortografía, de concordancia y de poca credibilidad de algunos personajes, señalando las faltas y las páginas. Un autor muy leído. No me insultó en público, fue más listo. Borró mis comentarios. Varias veces.

    Por lo menos tú contestas, aunque no a mis preguntas sino a lo que te parece. Pero para decir que tú no te equivocas, sino los que te leemos, que no debemos estar a tu altura.

    Podría seguir, pero te hago otra pregunta que como las anteriores quedará en el aire: ¿para qué escribes y además publicas lo que escribes si no te importa ni respetas la opinión de los que te leen?

    • No se puede negar que comentarios largos haces. Y eso es algo digno de mención que se agradece ante la falta de creatividad a la hora de comentar. No obstante, por más largo que sea, no quiere decir que resulte más completo: no hace falta que des vueltas, el texto salió así y así se quedará. Si no te gusta no es mi problema: ya te he explicado las razones de haberlo escrito, he expuesto cuáles son mis verdaderas opiniones y he subrayado por activa y por pasiva que es un simple personaje de FICCiÓN. No hay que ir más allá: ni hace apología de ningún tipo de discriminación ni forma parte del Mein Kampf.
      Me parece absurdo que introduzcas a grandes autores en la argumentación en contra del texto: ya te digo yo que lo que he escrito es simple entretenimiento, no aspira a nada más. Ni este blog es el espacio idóneo para publicar literatura ni pretende ser una exposición de textos capaces de sobrevivir al tiempo ni alcanzaré nunca la calidad mínima imprescindible para considerarme escritor. Historias (con mayor o menor gracia, ésta ya tengo claro que pertenece al segundo grupo) que sirven para ofrecer algo diferente a la simple actualización de noticias o de revisiones de teléfonos móviles, no va más allá. Tengo textos más elaborados y hasta poemas; pero no son el sitio para publicarlos. Se ha de llegar al lector para captar su atención en el primer párrafo, porque si no directamente se larga. ¿Que no ha sido la mejor manera? En eso estoy contigo. Pero en este blog no se borra lo que ya se ha publicado. Comentarios incluidos.
      Tampoco entiendo tu reiteración a la hora de sacarme las faltas de ortografía cuando yo no me he escudado en ningún momento con mi nivel ortográfico. Los relatos están revisados más de una docena de veces. Pero yo no tengo editor, así que se me puede escapar algo. Podríamos hacer una competición para ver quién de los dos escribe mejor, pero ya te dije que hace tiempo que salí del colegio y poco me afectan las críticas que van directamente a hacer sangre. Puedes tener tu propia opinión sobre mí, que tampoco es que me importe demasiado. Porque, comentario tras comentario, sigues vilipendiando mi parecer. Que creo haber dejado plasmado.
      Háztelo mirar: se ha de tener una mente más abierta a la hora de criticar el trabajo de los demás. Que haya notas discordantes con tu criterio no implica que te veas en la obligación moral de pasar el Tipp-Ex.

Dejar respuesta