Relato: Me gusta Facebook porque estás tú

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Parece que el mes, y este nuevo 2013, han puesto la directa, ya estamos ante el segundo domingo de relatos sobre móviles. Y si la semana pasada abordábamos el tema de los regalos de Reyes, algo bastante lógico teniendo en cuenta que se publicaba un 6 de enero, en este que estamos a punto de presentar nos desmarcamos completamente de fechas y acontecimientos señalados para mostrar una historia cercana con un uso de los móviles que seguro que compartís muchos de los que ahora estáis leyendo: el publicar, comentar e intercambiar mensajes mediante las redes sociales. ¿Aficionados a Facebook? Sí, vemos muchas manos levantadas. Entonces, ¿vosotros por qué diríais que utilizáis esta famosa red social? Nuestro protagonista tampoco lo tenía claro, hasta que las circunstancias le quitan el velo de los ojos y… Bueno, será mejor que lo leamos, ¿no os parece?

Relato sobre móviles: Me gusta Facebook porque me gustas tú

Me gusta Facebook porque estás tú

—¿Qué es lo que más utilizas de tu teléfono móvil?
Aquella era una pregunta aparentemente sencilla, aunque para Fernando, acostumbrado a utilizar su móvil para mucho más que para aquello que se suponía que servía, resultó ser bastante complicada. ¿Llamadas? No, apenas sumaba más de cinco o seis de media cada mes, y eso tirando por lo alto. ¿SMS? Ya ni recordaba lo que era eso. Es más, ni siquiera sabía cuántos caracteres como máximo se podían introducir en un mensaje de texto. ¿Ciento cuarenta? No, esos eran los caracteres de un tweet, que eso sí que utilizaba a menudo. Entonces, ¿era esto lo que más usaba de su smartphone?
—Las redes sociales —respondió Fernando tras varios segundos de valoración—. Lo que más utilizo del móvil son las redes sociales.
—¿Y cuál es la que usas más? —Preguntó la chica mirándole a los ojos mientras mordía delicadamente el capuchón del bolígrafo con el que apuntaba las respuestas en el cuestionario—. ¿Tuenti, Twitter, Facebook, Instagram…?
Fernando no necesitó pensar en absoluto, la respuesta le vino a los labios como si entre ellos hubiese surgido un potente magnetismo. Y atada a la respuesta un nombre femenino, aunque se abstuvo de nombrar a Noelia.
—Facebook —Fernando soltó aquel anglicismo sintiendo un cierto desahogo en el interior—. Lo que más utilizo del teléfono móvil es Facebook.
—Perfecto —la chica anotó Facebook junto a la casilla de “Redes sociales”, en el apartado que aparecía marcado con un “Especifique cuál”. Después, continuó con el cuestionario, adentrándose en el terreno íntimo del sujeto—. Ya que Facebook es tu red social preferida y utilizas el móvil para comunicarte dentro de ella, ¿cuál es el motivo principal para usarla?
—¿Motivo? —Repitió Fernando sin entender la pregunta—.
—Espera, que hay opciones. Amistad, trabajo, mensajería instantánea, juegos u otros.
Fernando valoró uno a uno cada apartado, pidiendo a la chica en un par de ocasiones que le repitiera cada uno. ¿Amistad? Bueno, era cierto que utilizaba Facebook para saber cómo estaban sus amigos, pero tampoco podía decirse que tuviera demasiados como para ser la principal causa. ¿Trabajo? Esta sí que no, su puesto laboral estaba muy alejado del entorno de internet. ¿Mensajería instantánea? Tampoco. Él, como casi todos los que conocía con smartphone, era afín a Whatsapp, por lo que sólo le quedaba la casilla de “Otros”. Pero claro, al decirla tendría que especificar el porqué, y tampoco tenía mucho interés en contarle a una desconocida que se escribía insistentemente con una chica llamada Noelia que no conocía más que de Facebook. ¿Era por esto por lo que daba tanta importancia a la red social en su teléfono?
—Otros —se decidió al fin Fernando—.
—Tienes que especificar cuáles.
—¿Es necesario?
—Creo que sí —respondió dubitativa la chica—. Es una encuesta de tu operadora móvil, y sólo si la rellenas entera te podremos regalar los cinco euros de recarga para tu tarjeta.
—Pues… —Fernando tomó aliento— Facebook es lo que más uso de mi teléfono porque en esta red social está una chica.
La dependienta de la tienda de telefonía móvil anotó letra por letra aquella respuesta sin que pudiera evitar sonreírse. Enfrente, un tímido Fernando se sonrojaba al ver el gesto de la dependienta, arrepintiéndose mentalmente de haber entrado en la tienda de móviles para aprovechar la promoción de los cinco euros. Al fin y al cabo, ¿qué eran cinco euros? ¿Valía la pena aguantar aquella encuesta sólo por una recarga de su tarjeta prepago? Entonces, recordó que ya no tenía nada de saldo ni opción a recarga, por lo que, a pesar de la vergüenza, la posibilidad de comunicarse con Noelia bien valía un bochorno.
—Vale —dijo la chica interrumpiendo los pensamientos de nuestro protagonista—. Sólo queda una cosa.
—¿Qué? —Preguntó Fernando viendo que la dependienta se hacía de rogar—.
—Tienes que sacarte una foto con este cheque —la dependienta sacó un cartel de debajo del mostrador con un diseño en blanco imitando a un cheque, donde podía leerse en letras grandes un “Vale por cinco euros de recarga”. Le alcanzó el cartel a Fernando y este lo recogió sin saber muy bien qué hacer con aquel inmenso cartón, sufriendo en carne propia las vicisitudes de un programa de cámara oculta sin ser aquello nada de eso. Al menos en principio.
—¿En serio me tengo que hacer una foto con esto?
—Sí —aseguró la dependienta manteniendo en vilo un teléfono mientras le enfocaba con la cámara—. Pon el cartel delante, te hago una foto con este móvil, te lo dejo para que subas la foto a tu muro y etiquetas a tu operadora móvil en ella. Así sabrán que cumples la promoción.
Fernando obedeció realizando punto por punto cada paso, cumplimentándolos a pesar de no estar completamente seguro de querer hacerlo. Aun así, respiró tranquilo una vez vio la foto subida en su muro, procediendo a seguir a su compañía móvil y etiquetándola dentro de la imagen. Acto seguido, la dependienta accedió a su ordenador para activar la recarga, llegando a los pocos segundos un mensaje al móvil con la conformidad de la transacción.
—Creo que ya lo tienes —dijo la dependienta con una amplia sonrisa—. Espero que disfrutes esos cinco euros.
—Yo también…
Fernando abandonó la tienda de móviles abstraído en la consulta de su smartphone. Procedió a abrir un navegador de internet, comprobó que funcionaba la conexión de datos y, acto seguido, abrió la aplicación de Facebook con la ansiedad del adicto que consigue su dosis, descubriendo para su sorpresa que tenía varios me gusta y comentarios de su amiga Noelia. Y uno de ellos haciendo referencia a la extraña foto colgada con el cheque, donde ella se preguntaba en tono jocoso si ya había llegado el carnaval. “Nada de eso”, escribió como respuesta. “Es una promoción para ganar cinco euros de saldo, así puedo hablar contigo”. Envió el mensaje y siguió paseando hacia ninguna parte mientras esperaba la respuesta, llegando esta a los pocos minutos tras escribir la chica de vuelta en su muro. “Pensé que no iba a leerte en un tiempo”. Y, rematando estas palabras, un corazón en color negro latía inerte en el mensaje, como indicio de un amor que, a pesar de la distancia, se dejaba entrever más allá de las palabras. “He descubierto que me gusta Facebook porque estás tú”. Fernando pulsó en enviar comprobando que el mensaje se publicaba en el muro de Noelia. Entonces, él también deseó anclar un corazón, dejando en Facebook una prueba de cuánto quería a aquella chica, por más que no la conociese más que en fotos. ¿No era esto casi magia? No, magia fue un mensaje privado de vuelta con un teléfono, una fecha y un lugar para citarse, siendo la antesala de mucho más que estaba por venir.

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