Relato: Un marciano en mi móvil

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A veces parece que no pase el tiempo y otras transcurre más rápido que una conversación por Whatsapp, ¿no os parece? Pues sí, ya estamos otra vez a domingo, con todo lo que eso implica. Prepararse obligatoriamente para retomar los quehaceres rutinarios del lunes y distraerse el día antes despidiendo la semana con un relato. ¿Qué os parece nuestra propuesta? Pues ya tenemos aquí a la historia de hoy, siendo radicalmente diferente a las anteriores. Como nos gusta experimentar tratando de sorprender incluso a los que acostumbran a ser lectores, el relato de hoy va de un marciano y un móvil, siendo un combinado que, aunque pueda parecer increíble, no acaba tan mal resuelto. Y con esa pizca de humor necesaria para hacer más llevadera la tarde de domingo. ¿Os apetece un rato de lectura? Pues aquí la tenéis: recién salida de nuestro procesador de textos. Esperamos que os guste.

Relato: Un marciano en mi móvil

Un marciano en mi móvil

—¿¡Quién eres tú!? —Le dije gritando. El susto había sido tan grande que todavía no sé ni cómo podía hablar—. ¿¡De dónde has salido!?
La pregunta era demasiado obvia, pero ya sabe lo que ocurre cuando estás en shock: no piensas en tu comportamiento; simplemente actúas. Aunque mis gritos no inmutaban a aquel ser que seguía mirándose sus diminutos brazos como si no se creyera que fuesen reales. Pero lo eran. Igual que el resto del cuerpo, que permanecía de pie sobre mi móvil a pesar de que este cayó con él al suelo.
—¿¡Quién eres!? —Era inútil, aquella aparición no parecía tener oídos. Pero poco más podía hacer mientras no me recuperase del susto—. ¡Contesta!
Entonces, como si de repente adquiriese conciencia de sí mismo y de la situación, el marciano elevó la cabeza, aquel diminuto pegote sobre el cuerpo que se parecía más a un glande que a una cabeza, y habló. Demasiado claro y coherente como para ser imaginaciones mías.
—¡Hola! –se detuvo unos instantes, como si fuese la primera vez que se escuchaba, y continuó—. Siento haber aparecido así, no tengo ninguna otra manera de hacerlo. Lo siento.
Aunque su carácter no era completamente agradable, como ya le contaré más adelante, me pareció lo suficientemente sensible como para entender mi posición, por lo que traté de relajarme. A pesar de que un androide verde del tamaño de un Gnomo había aparecido de mi teléfono como las palomas surgen del sombrero de un mago.
—Sé que querrás que te explique muchas cosas —dijo aquel ser—, y te diré lo que pueda contarte. Estoy en una misión secreta de conquista planetaria. No te imaginas cómo se pondrían mis superiores si se enterasen de cualquier fallo.
—¿Misión secreta de conquista planetaria? —Repetí. Como comprenderá, aquello no tenía ni pies ni cabeza—.
—Sí. Nuestra raza proviene de un rincón recóndito de Marte, y nos encontramos en pleno proceso de colonización forzosa.
—¿Forzosa?
—Claro, a nadie le gusta que le conquisten y le esclavicen.
El ser verde, que a todas luces era un marciano, dio un pequeño salto abandonando la pantalla del teléfono, dirigiéndose hacia mí caminando de forma torpe. Casi parecía un pingüino en lugar de un marciano. Mientras, yo seguía sentado en el suelo, incapaz de creerme todo lo que sucedía.
—Espero no haberte asustado mucho. No me servirías de nada si te hubieras quedado muerto.
—Gracias por tu preocupación —ironicé. En vistas de que aquel marciano no entendía el sarcasmo, y de que poco servía el resistirse, decidí seguirle el rollo—. ¿Cómo es que estabas en mi móvil? ¿Para qué has venido hasta aquí? ¿Quién eres?
—Cuántas preguntas. Te pareces a los de Plutón, que aún se preguntan por qué ya no son un planeta.
—¿Eh?
—Nada, nada, es un chiste galáctico —ya ve, doctor. Aquel marciano era un poco bromista—. Te respondo por partes. Como ya habrás adivinado, soy un marciano —a su cabeza se asomó una sonrisa extraña, como trazada por un compás—. Nuestra raza puede propagarse por cualquier medio; yo he elegido una aplicación de móvil. Y… he venido para conquistar tu planeta, empezando por ti. Así que date por conquistado.
El desorden a la hora de responder era lo más normal de aquellas respuestas. El marciano debió de percibirlo así, porque trató de explicarse con más claridad.
—Empezaré por cómo he venido, ¿te parece? —Yo asentí. El marciano se había situado entre mis piernas mientras yo trataba de mantener la espalda erguida, mirándole sin terminar de asimilarlo—. Bien. Como te he dicho, nuestra raza marciana puede trasladarse por cualquier medio, además de adoptar múltiples formas. Yo he elegido una aplicación de móvil porque sé que llegan a cualquier parte del mundo y a todas las personas, sin importar la raza, el nivel social o el monetario —como aquello tenía demasiada lógica no se me ocurrió objetar, así que el marciano dio por concluida la primera parte de la explicación, continuando con el resto—. Me he insertado en una aplicación que te has descargado, la del calendario de chicas turgentes. Tras haberla abierto, me has dejado la puerta abierta para trasladarme del código de la aplicación al mundo tangible, por lo que me he materializado.
Espero que esté anotando todo esto, no sé si podré volver a narrarlo con total claridad. Es como si aquel marciano hubiese tocado algo en mi cabeza, la siento cada vez más extraña. Aunque aún recuerdo cómo sucedieron los hechos, que continuaron con los motivos que le habían llevado a mutar en aplicación móvil.
—Verás, ya te he dicho que las apps, como vosotros las llamáis, son muy útiles para llegar a todas partes. También para multiplicarse a través de ellas.
—¿Como un virus?
—No exactamente —el marciano parecía algo indignado—. ¿Tú crees que yo soy un virus?
—No, no.
—Claro que no, soy el marciano más amable que te puedas echar a la cara. Te voy a esclavizar, pero con simpatía.
—¿Eh?
—Verás, tenemos que esclavizar a todos los humanos, son las órdenes.
—No creo que tú puedas esclavizar a nadie —aquella fue una amenaza en toda regla, no iba a dejarme achantar. Y menos por un marciano de apenas diez centímetros de alto. Pero éste tenía unas cuantas armas escondidas, como descubrí a continuación—. ¿De verdad crees que voy a hacer lo que me mandes si te puedo aplastar con la mano?
Moví la mano para escenificar mejor el gesto y, al ir a rozar las antenas del marciano con la palma, la cabeza chocó con ella al aumentar de tamaño, ampliando sus medidas conjuntamente con el resto del cuerpo. Cuando me quise dar cuenta, el marciano había crecido tanto que su cabeza rozaba con el techo, habiendo cambiado su gesto conciliador por otro más propio de un monstruo. Perdone por la expresión tan zafia, pero… me cagué en los pantalones.
—¿¡Decías algo!? —Gritó el marciano desde lo alto. Su voz retumbó en el piso como si explotara al contacto con el aire—. ¿¡Quieres que te desintegre!?
—¡No, por favor! —Supliqué—. ¡Haré lo que me pidas!
—¿Ves como siendo amable es más fácil? —Rió el marciano volviendo a su tamaño original—. Y yo soy muy amable. Así que te voy a pedir, con amabilidad, que me distribuyas.
—¿Distribuirte?
—Sí. Como me he materializado para salir de la aplicación ahora no puedo reenviarme para llegar a otros móviles, ya que estoy en estado físico. Por mí mismo no puedo ejecutar el proceso, es una pequeña complicación de la forma de conquista que he elegido.
—¿Y qué tengo que hacer yo?
—Algo muy sencillo: enviarme a un número de tu agenda que tenga muchos contactos; así podré distribuirme entre todos ellos sin necesidad de materializarme. Como te he conquistado a ti ya he cumplido la primera parte de mi misión —el marciano lo tenía todo bien calculado—. Además, como es imposible mantener el secreto, contribuirás a extender la conquista. ¿A que no te lo vas a callar? —Yo negué con la cabeza, claro que no me lo iba a callar. Aunque aún no me haya creído nadie—. Bien, pues date por conquistado. Y por esclavizado —yo iba a hacer una objeción, pero, al ver cómo la cara del marciano comenzaba a mutar a la de monstruo, me la callé—. Ahora voy a marcarte para que todos sepan que eres nuestro. Dame la mano —obedecí, tendiendo la mano hacia aquel personaje. Éste hizo aparecer una especie de rotulador con el que me hizo una marca en el dorso de la mano, que no se ha borrado por más que me la he lavado, raspado y quemado con lejía—. Hala, ya estás esclavizado. Y mi primera orden es que me envíes al número de tu agenda con más contactos. Eso sí: te lo ordeno amablemente. Por favor…
—Está bien —pensé rápido. ¿A quién podría enviarle yo aquel marciano? Por suerte, el susto casi había desaparecido, teniendo la cabeza despejada para pensar—. ¿Cómo tengo que hacerlo?
—Tú abre el formulario del SMS, pon el número con más contactos de tu agenda y prepárate a enviar. Cuando estés listo me avisas.
Me estiré sin moverme del sitio para recoger el teléfono y, sin dejar de obedecer las órdenes, seguí mi propio plan.
—Vale, ya está —le dije. El marciano abandonó con sus andares de pingüino la zona del suelo que rodeaban mis piernas y se situó un metro más allá, girándose para mirarme de frente—. ¿Y ahora?
—Cuento hasta tres. Cuando diga tres, pulsas sobre enviar. ¿Tienes marcado el número de teléfono?
—Sí.
—Pues empiezo. Uno. Dos…
No tenía ni idea de si funcionaría, pero había que intentarlo. Me aseguré de que había escrito el destinatario correcto y esperé el final de la cuenta atrás.
—¡Tres!
Apreté el botón de enviar y, al instante, el marciano se difuminó transformándose en una columna de ceros y unos de color verde. Dicha columna dio varias vueltas sobre sí misma creando un torbellino en el comedor que acabó tirando al suelo todo lo que encontró a su paso, creciendo en anchura y potencia hasta que, cuando llegó a tal intensidad que casi tengo que arrojarme contra el suelo para luchar por mi vida, el torbellino se introdujo con un chasquido dentro del móvil como si se hubiese convertido en un rayo descargándose inmediatamente sobre el teléfono. Y desapareció, dejando el comedor patas arriba como único rastro de su paso. Además de mis recuerdos y de esta marca que tengo en la mano.

—¿Qué marca es esa? —Preguntó el doctor a punto de concluir el diagnóstico sobre su libreta—. ¿Me deja ver el tatuaje?
El paciente se inclinó sobre la mesa del médico mostrándole de cerca el dorso de la mano derecha. Allí, bien claro y en color verde, había dibujado algo parecido a un androide, como un superviviente en el centro de numerosas heridas y costras. “Posee tendencia a la auto agresión”, añadió el doctor a su libreta tras revisarle la mano.
—Por curiosidad —remató el médico—, ¿adónde envió al marciano?
—Al 1004 —respondió resuelto el paciente. Ante la mirada expectante del médico, pasó a explicarse—. Se me ocurrió que, como el 1004 es un laberinto más que un número de teléfono, el marciano acabaría allí perdido entre centralitas, comerciales y voces electrónicas, evitando cualquier posibilidad de conquista extraterrestre. Al menos por él.
—Bien pensado —el médico hizo una última anotación, escribiendo un “Mantiene lucidez e ingenio” junto a “Paciente inestable. Necesita ingreso y medicación”—. Creo que actuó usted correctamente.
—Entonces, ¿me cree?
El médico adoptó una sonrisa conciliadora bien ensayada mientras cargaba su mirada de empatía y cordialidad, dirigiéndose a su paciente con el tono de voz más suave y calmado de los que disponía.
—Claro que le creo.
—¿Me ayudará a luchar contra esta invasión?
—Por supuesto, le pondré en contacto con los más indicados para ello.
—¿La policía?
—No exactamente —el médico marcó la extensión de los celadores de psiquiatría preparándose para solicitar sus servicios de la manera más sutil posible—. Pero seguro que le ayudan con sus problemas.

Relato: Un marciano en mi móvil

7 comentarios

  1. Joder…… (Disculpen la palabra) pero eso fue lo primero que me vino a la cabeza. Veras, por un «mal habito» me he puesto a leer entre lineas, pensaba que era un análisis de una app, louncher etc…. Claro cuando llegue a la mitad del relato, no entendía nada y tuve que comenzar de nuevo.
    Jajaja jajaja que gran talento hermano, en serio. Me mantuvieron atento hasta el final, para como acababa todo.
    No tenía idea de que tuvieran una sección como esta, pero tienes razon, es una gran forma de pasar un rato de domingo, jajaja.
    Salu2.

    • Intentamos ser lo más originales posible con este blog, de ahí que hiciéramos una sección como esta. Un relato que siempre tiene un móvil como trama principal y en el que voy tocando diversas temáticas y formas narrativas. Y es un auténtico orgullo que te haya gustado, ya ha valido la pena escribirlo. 😉

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